Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1527
Fin: Año 1563

Antecedente:
Funciones de la imagen religiosa en el Manierismo español

(C) Miguel Angel Castillo



Comentario

Otra versión distinta de la concepción emocional de la imagen religiosa de Berruguete es la que nos trasmite la obra del escultor Juan de Juni. Frente a las soluciones radicales de Alonso de Berruguete, Juan de Juni adopta una posición diferente y hasta cierto punto divergente: su gusto por las figuras clásicas, reposadas, y su afición por las formas anatómicamente correctas le vinculan con ciertas fórmulas del clasicismo italiano y le relacionan con la obra de Miguel Angel en su primera etapa florentina. De origen francés, hemos de suponerle una formación italiana a la vista de los valores reflejados en su producción, demostrados ya desde sus primeras obras en España. Su intensa actividad se desarrolló en varias ciudades castellanas como León, Medina de Rioseco y Salamanca, antes de establecerse en Valladolid hacia 1540, donde puso en marcha un taller que sirvió de escuela a numerosos escultores y en donde realizó lo más significativo de su producción, en rivalidad con Berruguete y su círculo de colaboradores.
Sus primeros trabajos como entallador en el convento de San Marcos de León pronto se vieron compensados con otros encargos de mayor entidad como la obra de la sillería del coro del mismo convento, realizada en colaboración con otros artistas estantes en la ciudad, donde Juni comienza a desprenderse del lenguaje decorativista del plateresco para adoptar un sentido más clásico y monumental de la forma, que en obras posteriores, como el San Mateo de la catedral de León, nos evocan ciertos paralelismos con la obra de Miguel Angel joven. En 1537, el Almirante de Castilla le encargó dos grupos de terracota policromada para el convento de San Francisco de Medina de Rioseco dedicados al Martirio de San Sebastián, que como ya indicara Martín González estaba inspirado en el Bautismo de Cristo del italiano Rustici, y a San Jerónimo penitente, instalándose tres años más tarde en Valladolid, feudo artístico hasta entonces de Berruguete.

La confrontación de ambas posiciones no tardó en plantearse con ocasión del encargo a Juni del Retablo de la Antigua (1540), hoy en la catedral de Valladolid, a través de un interesante pleito iniciado por Francisco Giralte, discípulo y colaborador de Berruguete. Con independencia de las razones técnicas y de las diferencias personales de ambos artistas, los diseños de Juni para el Retablo de la Antigua fueron de importancia capital para el desarrollo de esta clase de obras. El interés de este retablo radica principalmente en la definición de una nueva tipología para el género que desplaza, por su claridad de distribución y reducción de los elementos decorativos, las utilizadas en retablos anteriores caracterizadas por la multiplicación del número de historias y la abundancia de decoración. Ello explica que fuera Juni, y no Giralte, en quien recayera el encargo de este retablo, que tanta influencia tuvo en la escultura castellana posterior.

Este fue el antecedente de otro más sencillo y monumental realizado por Juan de Juni para la capilla mayor de la catedral de El Burgo de Osma. Aquí, la escena de la Dormición de la Virgen se enmarca en una clásica serliana que sirve de elemento ordenador de la parte baja del retablo rompiendo, como en el resto de los pisos, con la compartimentación tradicional de calles y produciendo, sin menoscabo de la claridad compositiva de las escenas, unos efectos anticlásicos netamente manieristas.

A Juan de Juni se debe también la creación de grupos escultóricos y de imágenes sagradas de gran influencia en la escultura castellana como el Santo Entierro (1544) de Valladolid, que con una composición similar a otros italianos, fue reelaborado treinta años más tarde en el Santo Entierro de la catedral de Segovia de acuerdo a unos planteamientos manieristas que reflejan algunas soluciones formales inspiradas en los ignudi de la Sixtina. Igualmente se interesó por otros temas de carácter devocional que, como La Piedad de la colegiata de Medina del Campo, la Virgen Dolorosa de la iglesia de las Angustias de Valladolid o el Cristo crucifijado del convento de Santa Teresa de la misma ciudad, constituyen el punto de partida de una serie de modelos que por su carácter dramático, fuerza expresiva y desarrollo de recursos emocionales, en conjunto justifican su gran éxito y la influencia ejercida posteriormente en la imaginería barroca castellana y su ascendiente en tierras del Nuevo Mundo.